Tardeo en Cuenca (parte 1)

Respuesta rápida: desde las Casas Colgadas bajamos al Auditorio Jose Luis Perales y desde allí seguimos el cauce del río Huécar parando en los garitos que van apareciendo en la vereda hasta llegar al puente de San Antón. Con esto lo tienes. Una ruta de tardeo con garitos chulos.

¿Quieres los detalles? Sigue leyendo.

Una de las opciones de ocio que más disfrutamos los viajeros son esas tardes de tapas alternando entre bares y garitos, conociendo la gastronomía y las zonas donde se reúnen los auténticos vecinos de la ciudad, y que gracias al boca a boca se han popularizado también entre los visitantes y viajeros. Y voy a ir al grano con dos rutas de tapeo y cerveceo en el casco histórico y alrededores que considero imprescindibles, tanto si queremos “ir de tranquis” como si buscamos horas sin descanso.
En primer lugar os hablaré del “tardeo del Huécar”, y es que esta ruta bordea el cauce de uno de los dos ríos que configuran con sus Hoces la orografía y la distribución arquitectónica del Casco Histórico. Este paseo ya es interesante sin más por sus bonitas vistas y por los icónicos lugares a donde nos lleva. Río arriba iremos a parar a las Casas Colgadas, uno de los emblemas turísticos de la ciudad, y aguas abajo acabaremos en el precioso Puente de San Antón y la venerada Iglesia de las Angustias, lugares todos ellos de gran interés y sobre los que os hablaré con más detalle en otro artículo. Pero ahora lo que nos importa es otra cosa, ¡y a esa otra cosa vamos!

Comenzamos nuestro particular “Cervi Crucis” río abajo, ya que es el camino que de forma natural toman la mayoría de visitantes al transitar la colina en donde se sitúa el casco histórico:
A los pies de las Casas Colgadas empieza nuestra jornada, a pocos metros del Auditorio José Luis Perales y en medio del llamado Paseo del Arte (nuevo centro de reunión de aficionados a la pintura la mayoría de domingos del año). En este punto se encuentra La Grotte, un gastrobar que se convertirá en nuestra primera parada en esta jornada consagrada al paladar (y también a Baco, al que guste). Aprovechando una cueva natural en la roca viva llamada en tiempos “La Cueva del tío Serafín” y que ha sido, por lo pintoresco, local de todo tipo de ambientes, desde restaurante gourmet a discoteca gay (con el sugerente nombre de “Pecatum” :-D), este garito nos brinda muchos rincones, íntimos y curiosos, en diferentes alturas y con diferentes decoraciones en donde podremos disfrutar de comida fusión, cervezas varias y muchas referencias de tragos para refrescarnos, tanto dentro de la cueva como fuera en su enorme y bien acondicionada terraza, que sorprende por sus vistas del Barrio de San Martín y del Paseo del Huécar. ¡No empezamos nada mal!
(No te puedes perder: plato tal o cual)

Nuestra segunda parada continúa a unos 50 metros río abajo con uno de los baretos de moda en el tardeo de la llamada “Zona de la Puerta de Valencia”. Aquí encontramos el Bicio… jejeje, bien traído el nombre, ¿no? El visitante que pase por la Puerta de Valencia se asombrará con la cantidad de gente que se amontona tomando el Sol y disfrutando de una cerveza apoyados todos en un muro de mampostería y sillares que no se acaba nunca y que es la vereda misma del río Huécar. Un muro que se convierte en improvisada mesa y apoyo para decenas (a veces cientos) de personas cada fin de semana. Podría hablar de la comida que se sirve y tal, pero al Bicio no se va a comer, sino a medir la temperatura de la ciudad, y creo que no necesita más alicientes.
(No te puedes perder: tapa cual)

Hamburguesas. Ricas. Es lo que se sirven en este local minúsculo de aspecto “teenager” llamado Vibra. ¿Te molan las hamburguesas? Pues pasa, reserva mesa porque siempre está lleno, tómate algo en el Bicio y cuando te llamen pide la hamburguesa del mes y la torre de donuts de postre. Fíate de lo que te digo.

Seguimos nuestra ruta con un establecimiento nuevo para nosotros pero viejo para la ciudad. Estamos hablando del Kadon, antigua Taberna de Pepe, un bar situado pared con pared junto al antiquísimo cementerio interior del Convento de las Concepcionistas Franciscanas y, que dicen las habladurías, alberga aún espíritus que hicieron que la nueva reforma del local quedara desierta de trabajadores una y otra vez después de que estos fueran aterrorizados sin descanso por estos incómodos habitantes durante el proceso que se antojó penoso y sobrenatural.
Al margen de estos hechos espectrales, el bar tiene mucho encanto y grandes espacios bien decorados donde pasar un buen rato y, quizá, sacarse un selfie con un poltergeist.
(No te puedes perder: plato tal o cual)